Laura, profesor de idiomas en Madrid

Laura cuidó de mi hija prácticamente después de la baja. Pasaba con ella 4 horas al día en las que daba biberón, paseo, mimos y lo que fuera necesario. Estuvo presente en el horrible cambio a las papillas de frutas, y ella fue mi gran descubrimiento. Mientras que yo me desesperaba y quería ponerle el cuenco de sombrero (odiaba esas papillas), ella tenía una paciencia incomprensible e infinita con la que conseguía que se la comiese casi toda. Y podía pasar una hora haciendo el avión sin alterarse lo más mínimo. Nunca entendí cómo. Este arreglo duro alrededor de un año. Después, en vez de ser diario, a lo mejor eran 3 días a la semana (unas pocas horas) sobre todo para pasearla, y por supuesto, desde el principio, noches sueltas en las que yo salía. Mi hija tiene 5 años y todavía la llamo de vez en cuando para poder salir a cenar. Cariñosa y paciente en extremo (las dos), fue perfecta en aquella época de caos que viví. Le encantan los niños, y lo más sorprendente es que ella lo disfrutaba mucho. No se me ocurre nadie mejor.